Sir Alex Ferguson lleva más de 25 años al frente del Manchester United. En tan extenso periodo de tiempo ha sido capaz de conquistar 12 títulos de Liga y dos Copas de Europa, lo que ha desembocado en una férrea dictadura de un club que domina con puño de hierro el fútbol inglés. A lo largo de estos años, el técnico escocés ha caído en las eternas trampas de un juego maravillloso. Derrotas, errores y fracasos se han combinado con los numerosos momentos de gloria. Ha perdido decenas de veces con equipos de inferior categoría y sus distintos modelos de Manchester pasaron por situaciones sonrojantes y vergonzosas porque el fútbol, como la vida, deja hueco por igual a la euforia y a la depresión. Pero nunca ha pasado por situaciones tan esperpénticas como las que se dan en el fútbol español. Jamás una derrota ante el Bolton y un empate tres días después con el Wigan, por ejemplo, provocaron que surgieran análisis en Inglaterra sobre la incompetencia del técnico, sus problemas de relación con la plantilla o la evidencia de una grave crisis que incluso podría llevar al United a la desaparición.
España es diferente. Por supuesto, no pretendo comparar culturas ni trayectorias, pero resulta llamativo que tras dos flojos partidos del Real Madrid se hayan cargado las bayonetas. De un análisis serio y normal, el de la admisión de un problema en el equipo blanco, de un mal fútbol evidente EN SÓLO DOS PARTIDOS, no se puede pasar a una visión apocalíptica que pasaría, entre otras cosas, por una guerra civil en el vestuario, una falta de empatía entre técnico y plantila, una lamentable preparación física o una curiosa teoría sobre la ansiedad que estarían produciendo las formas de Mourinho en el equipo.
Por supuesto, todo se completa con unas encuestas altamente fiables en las que se afirma que Mourinho es el responsable de los males del Madrid, como si los dos recientes tropiezos hubieran sido algo así como la llegada de la peste bubónica al Bernabéu. Como si tras una pequeña caída en la calle con algunas molestas contusiones, se reuniera un grupo de médicos para decidir que el afectado debería pasar por la Unidad de Cuidados Intensivos. Tan excesivo como todo lo que rodea al madridismo. Y a ese antimadridismo expectante ante la ilusión de que el Rayo pueda asaltar el Paseo de La Castellana y y provocar la puesta al día de la guillotina revolucionaria, ahora que Pedro Jota Ramírez ha puesto al día los momentos clave de la Revolución Francesa.
Sin entrar en terrenos pantanosos, como podría ser el presunto racismo que todos los profetas del armageddon blanco muestran cuando intentan proteger a los jugadores españoles y desprestigiar al resto, llama la atención la ausencia de informaciones de este tipo tras los dos partidos de Supercopa contra el Barcelona o tras el 0-6 en La Romareda. Habría venido bien que los analistas avisaran sobre la falsedad de esos resultados y recalcaran la fragilidad de las relaciones en el vestuario, la escasa capacidad del técnico o lo mal que juega el Madrid. Tampoco habrían venido mal encuestas para ver quién tenía la culpa de lo que estaba ocurriendo o de lo que estaba por venir. Pero no, salvo algún que otro empecinado capaz de detectar una crisis incluso después de ganar la final de la Copa del Rey, aquí todos ejercieron de Zapatero, nadie vaticinó ni el hundimiento ni el virus. Nada, el Madrid era favorito a todo, tenía una superplantilla y punto. No se puede convertir un hecho concreto y real en categoría. Bueno, con el Madrid sí. Que todo vale. No hay que dejar que la realidad estropee un ataque y 237 debates.
Jesús Alcaide